Qué es y para qué sirve el Parlasur
Primer dato básico: el Parlasur funciona desde el 2007, tiene sede en Montevideo y lo componen los países miembros del Mercosur (Brasil, Argentina, Venezuela, Paraguay y Uruguay).
Durante estos ocho años, el Parlasur fue poco más que un órgano consultivo y simbólico. La razón principal es que sus diputados son elegidos por los parlamentos de cada uno de los países y no por los ciudadanos. Ergo, las decisiones que puedan tomar están acotadas, ya que no tienen origen en la soberanía popular en forma directa.
En un principio cada país tenía la misma cantidad de miembros (18), algo que no preocupaba a nadie, en tanto el órgano no poseía un peso político relevante.
Con el tiempo, después de muchas negociaciones, se llegó a un acuerdo en el Mercosur para lograr una “representación atenuada” entre todos sus socios. Esto significa que cada país tendrá un peso vinculado a su volumen electoral, pero sin que ninguno pueda alcanzar una mayoría absoluta por sí sólo. De esa combinación salió entonces que Brasil tenga 75 diputados, la Argentina 43, Venezuela 33 y Paraguay y Uruguay 18 cada uno.
Ese acuerdo permitió iniciar el camino para el segundo y decisivo paso: que los propios ciudadanos del Mercosur voten a sus representantes al Parlasur.
En el 2013 Paraguay, que volvía a los foros regionales después del quiebre democrático que expulsó a Lugo del gobierno, picó en punta y eligió a sus 18 miembros en elección directa. Argentina será el segundo país, cuando en octubre elija a sus 43 diputados.
Esta dinámica sin duda acelerará el proceso, imponiendo al resto de los países una agenda electoral menos flexible. Brasil anunció que hará lo propio en las próximas elecciones generales de 2018 y Uruguay en el 2019. La fecha en Venezuela es una incógnita, pero una vez que Argentina y Brasil tenga su representación directa, seguramente buscará ajustarse a la norma general.
Lo más interesante y menos comentado del futuro Parlasur es que, por primera vez, la integración regional va a dejar de ser un asunto exclusivo de las cancillerías y los Presidentes, y tendrá un espacio político conformado por la voluntad de los ciudadanos.
Ese cambio, cambia todo. Porque, entre otras cosas, va a permitir que por primera vez se dejen de ver los asuntos de la integración desde las perspectivas nacionales (Lo que quiere “Brasil”, lo que quiere “Argentina”, lo que quiere “Uruguay” y así) para pasar a un debate donde afloren los acuerdos y diferencias ideológicas. Por ejemplo, en el futuro Parlasur, sería muy lógico que las bancas del Frente para la Victoria voten en sintonía con las del PT de Brasil o el Frente Amplio Uruguayo. Y, al mismo tiempo, las del PRO hagan lo mismo con el Partido Blanco o Colorado de Uruguay o el PSDB brasileño.
Es decir, va a existir un órgano político regional donde el debate se parezca mucho más al debate político que existe en cada uno de los países y no a negociaciones vaporosas y tecnicismos totalmente ajenos para los ciudadanos de a pie.